¿Dónde está Enya? ¿Qué fue de la irlandesa de voz angelical que en los noventa se convirtió en celebridad mundial con hits de “celtic-new age”? ¿Por qué desapareció? ¿Continúa activa? ¿Volverá algún día?

Estas preguntas resuenan en sus seguidores por lo menos desde hace 10 años, cuando la cantante optó por alejarse de la exposición pública, los discos de oro y las ceremonias.

Comenzó a ocurrir a inicios del 2000, cuando tras participar de la banda sonora de la película El Señor de los Anillos fue nominada al Óscar por May it be, una de sus colaboraciones.

Tras el fenómeno cinematográfico, poco a poco Enya comenzó a desaparecer de los medios, al mismo tiempo que su leyenda como “la mujer más hermética del mundo” crecía a la sombra su enigmática vida.

Sus inicios artísticos se remontan a la banda Clannad, que formó en Irlanda junto a tíos, hermanos y primos en 1970. Con el tiempo, ya en los ochenta, vino el despegue de su carrera solista de la mano del productor Nicky Ryan y su esposa, Roma Ryan, quien se convirtió en su letrista oficial.

Con el disco Watermark, en 1988, obtuvo el reconocimiento internacional gracias a canciones como Orinoco Flow y Miss Clare Remembers. Su propuesta entre new age, arreglos celta, pop, sintetizadores y llamativas capas de voz rápidamente encontraron un masivo público,

Según el portal español 20 Minutos, para 2016 Enya acumulaba más de 90 millones de discos vendidos en el mundo, y un total recaudado de casi 100 millones de euros. Ese año, Forbes la ubicó como la tercera mujer más rica de Irlanda.

Con el cambio de milenio, Enya se dedico a la vida en casa, pero no en una cualquiera. En 1996 adquirió un castillo en su país natal, avaluado en casi 4 millones de euros. Allí, la cantante vive en compañía de su esposo (con quien se casó en 2016) y una tropa de 10 gatos.

Se trata de una residencia de la época victoriana ubicada en Killiney, localidad cercana a Dublín, conocido como Manderley Castle. En su origen, fue llamado “Castillo Victoria” en honor a la mismísima reina Victoria. Sin embargo, Enya prefirió llamarla con el nombre de la mansión de la novela Rebecca.

En dicho domicilio ha perpetuado un confinamiento que ya se cuenta en años, y que fue gatillado por una traumática experiencia en los noventa cuando un fan italiano se apuñaló con una fotografía de Enya en el cuello tras ser expulsado del bar de los padres de la cantante, en Dublín.

Desde entonces, Eithne Pádraigín Ní Bhraonái (nombre real de la artista) se ha mantenido alejada de la sobrexposición: apenas concede entrevistas y su participación en redes sociales es nula, con posteos esporádicos que ni siquiera provienen de ella.

De acuerdo a una publicación de Yahoo, ni sus vecinos conocen la rutina de Enya, quien apenas se deja ver y sólo interactúa con su personal de servicio.

Su tranquilidad ni siquiera se vio afectada en 2011 cuando su canción Only Time tuvo un revival (regreso) tras el atentado a las Torres gemelas el 11 de setiembre. Como gesto de agradecimiento, luego donó las regalías del track a la Asociación de Viudas y Huérfanos de los Bomberos de Nueva York.

En 2015 editó su último trabajo de estudio luego de siete años de silencio: Dark Sky Island, un disco que fue anunciado como su regreso a la industria pero que se resumió sólo a un primer apronte pese al arrastre internacional (Enya, hasta la fecha, ha cantado en gaélico, irlandés, inglés, latín, español y japonés).

Sus seguidores, por el momento, deberán seguir esperando por nuevas, canciones mientras el enigmático mito de la artista continúa creciendo. “Nunca he intentado crear un enigma”, advirtió Enya en una de sus recientes entrevistas, replicada en parte por Vanity Fair.

Consultada por la razón detrás del misterio que la rodea, y fiel a su estilo, la irlandesa dijo: “Sólo es que siempre he sido una persona muy independiente”.

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