Un inusual espectáculo han podido ver en estos días los habitantes de la playa del Rodadero, en la ciudad de Santa Marta, en el norte del caribe colombiano, como producto del vaciamiento de los centros turísticos debido al confinamiento provocado por la pandemia de coronavirus.

Desde las ventanas y balcones que dan a la Bahía de Gaira se pudo observar un pequeño bote a motor seguido por varios incansables delfines dando saltos. Los animales jamás se despegaron de la lancha, obedeciendo las órdenes que se les daba desde la embarcación.

Eran los delfines del Acuario y Museo del Mar de El Rodadero, que a lo largo de los años han llegado de a pocos tras ser rescatados de accidentes o del tráfico de especies y que los hijos del legendario capitán Francisco Ospina Navia, su fundador, los han integrado al equipo de ese famoso acuario colombiano.

Franco Ospina, uno de los hijos del fundador, explicó que los animales viven en cautiverio porque no pudieron volver al mar luego de haber sido curados y rehabilitados. Los machos, porque las manadas los repelen por ser competencia con las hembras; y las  hembras, porque llevan ya mucho tiempo con su nueva familia y se han acostumbrado a los humanos. Dos de ellas fueron rescatadas por Ospina, y son las más viejas.

Lo cierto es que por estos días, por la cuarentena, no se ven ni los miles de turistas ni los barcos a motor que tanto afectan a los animales por las hélices o el ruido. Así, los cuidadores y especialistas del acuario -permanece cerrado, desde ya- decidieron empezar a sacarlos a pasear de a dos por el océano, un espectáculo maravilloso que resulta casi inédito.

Hasta el momento, el comportamiento receptivo de los delfines hace pensar que mientras siga la cuarentena, los paseos formarán parte del paisaje de las transparentes aguas de esa zona costera de Santa Marta.

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