Este pueblo llamado Ernestina, en la provincia de Buenos Aires, en Argentina. Una Iglesia con una estructura histórica, arquitectónica y decorativa. Con vitrales y techo bañado en bronce que los sábados recibe una decena de fieles, y algunas veces matrimonios que se unen en ella. Un teatro que poco a poco se está arruinando.
Por acá pasó en 1925 el príncipe de Gales Eduardo VIII, en un trayecto en tren hasta la estancia Huetel. Paró en la estación de este pueblo y se cree que visito cuatro cuadras de este pueblo. Lo llaman un Pueblo Fantasma, pero sus habitantes como Noemí Rissitelli nacida en ese pueblo responde que no lo son, agrego los que vivimos acá queremos al pueblo y amamos la tranquilidad.
Hay 2500 pueblos en Argentina.
Hay muchísimos pueblos rurales como Ernestina, que parecen estar abandonados, que desde los años 50 no se realizó ningún cuidado a estos, y hoy en día vive el 92 % de la población.
Rissitelli, quién crió hijos en su pueblo, dijo que los jóvenes tienen que ir a estudiar la facultad a otra ciudad, porque aquí no hay de que estudiar ni trabajar. En el club Atlético Ernestina, un ex campesino Luis Amichetti explica. “Hace 25 años usábamos las manos para limpiar la maleza, juntar la producción y empacarla, ahora lo hace una maquina más rápido y con más eficacia” Haciendo referencia que en el pueblo ya no hay nadie. Amichetti es el único cliente del club.
Ya no llega el tren
El delegado de este pueblo, Guillermo Cavallero, dijo. “Después que cerraron, el trayecto del tren se hace muy costoso viajar 180 Kilómetros. Necesitas 1000 pesos al menos (US$62) para llegar a la ciudad de Buenos Aires.
A partir del gobierno del ex presidente Carlos Saúl Menen la mercadería se empezó a transportar en camiones que viajan por las rutas. Los ingleses, interesados en las materias primas y el comercio, fueron los mayores influyentes en una red de ferroviarias, con casi 50.000 Kilómetros de vías, una de las más grandes del mundo. El fundador de Ernestina, Enrique Agustín Keen, descendiente de inmigrantes ingleses, y la estación fueron los primeros en llegar a la zona. Hoy solo queda el recuerdo de los Keen quienes mantuvieron su propiedad por cinco generaciones, vendieron todo y se fueron. La estación, con su estilo Inglés es la sede de las autoridades. En ella se quedan durante el día un policía y un delegado que viven en otras zonas. La intención del delegado es que el pueblo crezca turísticamente. Es una pena que un pueblo tan hermoso este olvidado. Ojala algún día se llene de turistas que quieran conocerlo.