Luego de llevar viajando 4 años por 26 países de África y Asia, Alejandro Turbay realizó una exposición de fotografía orgánica en Bogotá. Para él sería una excelente oportunidad para poder lograr entender que es lo que los rostros en las diferentes partes del mundo nos comunican.

Se ve a una mujer que entrecierra los ojos, los achica y frunce el ceño. Cuenta con cara de pocos amigos o ningún amigo. Cuenta con un plato de arcilla incrustado en el labio inferior de la boca y eso la hace ver imponente. Es una belleza africana. Ella sabe que la cámara fotográfica la está apuntando, ella no sonríe, ni le importa. Lo que hace es poner las manos encima de su cabeza para enseñar unos cuernos gigantes que le pertenecieron a un antílope que anteriormente fue su alimento. Es una imagen impactante, pero observamos que el lomo, se encuentra un niño durmiendo, acomodado de cualquier manera.

Estos momentos que se registran en una cámara fotográfica son realizadas por un colombiano, llamado Alejandro con apellido Turbay. Él llegó a convivir con los mursis, que es una tribu africana más fascinante y primitiva de Etiopía, que le permitió ver a las mujeres, como la que había fotografiado anteriormente, estas mujeres no siempre llevaban niños terciados en la espalda; a veces ellas cargaban metralletas. Dicen que las usaban para proteger el ganado de animales salvajes o para protegerlos de otras tribus que querían robarlos.

Está foto y anécdotas que tuvo con la mujer mursi es apenas una de los millones que tiene almacenadas en su memoria y en disco duro de la computadora. Hace poco tiempo volvió a Bogotá después de realizar un viaje que solo estaba programado por un año, pero este se prolongó por cuatro años. El 3 de marzo del 2015 viajo para Filipinas y luego ahí fue donde empezó a recorrer 26 países. Turbay los dice de memoria y en el orden que fueron visitados estos países: “Filipinas, Indonesia, Singapur, Tailandia, Laos, Camboya, Vietnam, Birmania, India, Sri Lanka, Nepal, Turquía, Líbano, Jordania, Israel, Palestina, Egipto, Sudán, Etiopía, Kenia, Uganda, Ruanda, Congo, Malaui, Zambia y Botsuana”.

Antes de realizar la compra del ticket sin fecha de regreso, Alejandro Turbay contaba con un trabajo de consultor en temas ambientales. El trabajo era de oficina con un sueldo muy bien remunerado que le estaba permitiendo ahorrar para realizar cualquier compra: como un carro, un apartamento, un reloj, un celular de alta gama o cualquiera de esas cosas que generan alegrías pasajeras.

Turbay nos cuenta que cuando él estaba en su oficina trabajando y observaba el blog de su amigo que contaba anécdotas y compartía fotos de sus viajes por el mundo, él se sentía muy identificado. Sentía una fuerza interna que le recordaba sus sueños y tenía un sentimiento de pena ya que no los estaba cumpliendo, pensó que se iba a arrepentir toda su vida. Haber renunciado a este trabajo fue un acto de justicia, ya que Turbay estudió publicidad para poder cumplir el sueño de los demás.

Mucho de nosotros tenemos sueños y a veces por ser más responsables tomamos otras decisiones que no tienen nada que ver con lo que queremos y optamos por estudiar otras cosas para poder asegurar nuestro futuro. Él nos indica que si hubiera estudiado lo que en realidad quería, hubiera sido arte, pero bueno, logré terminar aspectos relacionados al arte, como la publicidad y la comunicación, Así nos contó Turbay.

Él contaba con $30 millones de pesos que había ahorrado en una cuenta, luego Alejandro armó su viaje, y llegó a cálcular que diario iba a necesitar unos US$30 usd para poder sobrevivir mientras realizaba lo que a él le gustaba, que era viajar por el mundo sin necesidad de trabajar; sin embargo al realizar un negocio que le salió mal, lo obligó a reajustar sus cuentas y los planes.

Él tuvo que buscar trabajo en cada país que visitaba, para poder conseguir dinero y poder seguir viajando.

Tuvo que enseñar inglés y español en la India, realizó clases de salsa en Israel, sembró arroz en Camboya y fue voluntario en un templo budista, solo nos nombró algunos trabajos. Al final optimizando su dinero terminó gastando unos US$10 usd diarios.

Para que él llegara a reducir sus gastos, tuvo que ser uno de los mochileros que vemos a la orilla de algunas carreteras levantando dedo. Tuvo que viajar a pie, en bus, en bicicleta y en moto. En Camboya tuvo que comprarse una bicicleta de segunda y seria su medio de transporte todo un mes en ese país. Logro llegar a lugares remotos donde aprendió el idioma local. Pero nos cuenta que hubo un día lo sorprendió la noche en la mitad de la nada, para su suerte se le acercó un joven que hablaba inglés, pero le dijo que no iba a conseguir alojamiento cercano, entonces el joven habló con sus padres que eran granjeros de arroz muy humildes, para poder ofrecerle alojamiento. Logró cumplir su sueño de ser futbolista profesional en un equipo de Laos.

Mientras Alejandro planeaba los próximos destinos, porque ya se encontraba infectado por el virus incurable de la aventura y el viaje, quiso compartir sus trucos para poder realizar viajes económicos por el mundo y enseñar algunos de las fotos que realizó. Lo pueden seguir en su instagram (Viajar para inspirar) para que puedan seguir viendo sus aventuras por el mundo.

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